¿Qué es la misofonía?
La misofonía es un trastorno que puede dificultar su vida social.
La misofonía, también llamada síndrome de sensibilidad selectiva al sonido, es una enfermedad en la que ciertos sonidos desencadenan un arrebato marcado por la irritación, la ira o la agresividad. Las personas que padecen esta enfermedad reaccionan de forma extrema y a menudo emocional ante determinados sonidos “desencadenantes”. Las reacciones van desde la molestia, la huida o incluso la rabia, y algunos individuos arremeten con violencia.
Las personas que padecen misofonía suelen tener una audición excelente. No se trata de una sensibilidad al volumen del sonido, sino de una reacción emocional y fisiológica a determinados sonidos. Al principio, suelen ser los sonidos de determinadas personas los que provocan la reacción, pero suele extenderse a los sonidos emitidos por otras personas y a otros sonidos adicionales. Por ejemplo, el sonido de la masticación de un amigo puede ser molesto, mientras que el sonido de la masticación de un padre provoca una fuerte reacción y es intolerable.
Parece ocurrir con más frecuencia en una persona con un nivel más alto de ansiedad, estrés o comportamiento compulsivo. La reacción suele desarrollarse primero ante un padre o un miembro de la familia cuando la persona tiene un alto nivel de ansiedad o angustia y escucha repetidamente el sonido. También parece ocurrir cuando la persona no puede escapar del sonido, como en la mesa, en el coche o incluso tumbada en la cama. En raras ocasiones, el desencadenante original de la misofonía ha sido una imagen visual repetida (movimiento del cuerpo).
Las personas con misofonía se ven afectadas emocionalmente por sonidos comunes, normalmente los que hacen los demás y a los que otras personas no prestan atención. Los ejemplos anteriores (respirar, bostezar o masticar) crean una respuesta de lucha o huida que desencadena la ira y el deseo de escapar.
Está poco estudiado y no se sabe cuán común es. Afecta a unos peor que a otros y puede llevar al aislamiento, ya que las personas que la padecen tratan de evitar estos sonidos desencadenantes. Las personas que padecen esta enfermedad a menudo se sienten avergonzadas y no la mencionan a los profesionales sanitarios, y a menudo éstos no han oído hablar de ella. No obstante, es un trastorno real y que compromete seriamente el funcionamiento, la socialización y, en última instancia, la salud mental. Suele aparecer alrededor de los 12 años, y probablemente afecta a más personas de las que creemos.
Algunas investigaciones sugieren que las personas con este trastorno pueden tener una mayor conectividad entre el córtex insular anterior (AIC), un área del cerebro importante en el procesamiento emocional, y el córtex auditivo.
Las personas que también padecen el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), el síndrome de Tourette y los trastornos de ansiedad también son más propensas a padecer misofonía.
Es más frecuente en personas que también padecen acúfenos, una afección en la que las personas oyen ruidos, a menudo un zumbido, que nadie más puede oír.
Suele ser hereditaria, por lo que es probable que exista un componente genético que aumenta el riesgo de desarrollar la enfermedad.
A pesar de la creciente concienciación sobre este trastorno, la investigación sobre la misofonía es muy limitada y la mayor parte de la información procede de estudios muy pequeños y de informes de casos. También faltan pruebas epidemiológicas. Algunos estudios sugieren que la incidencia de esta enfermedad es mucho mayor de lo que los profesionales pensaban hasta ahora, pero muchas personas sólo tienen síntomas leves para los que no buscan tratamiento.
Aunque la misofonía se compara a veces con otra enfermedad llamada hiperacusia, sus desencadenantes suelen ser sonidos cotidianos; de hecho, muchos de ellos parecen estar relacionados con funciones corporales. Los siguientes son los desencadenantes más comunes: respirar, masticar, hacer clic, el repiqueteo de los platos o el raspado de las cucharas en la vajilla, el ladrido de los perros, el corte de las uñas, el golpeteo de las uñas, el chasquido de los labios, el silbido de la nariz, el sorbo, el estornudo, el olfateo, el resoplido, el silbido y el bostezo.
Es interesante observar que, en el caso de las funciones corporales, como el bostezo o el chasquido de labios, el sonido sólo suele desencadenar una respuesta cuando lo produce otra persona. Al igual que la hiperacusia, muchas personas con misofonía también sufren acúfenos.
Actualmente no existen tratamientos establecidos. Sin embargo, algunas opciones de tratamiento que pueden ser beneficiosas son
Este enfoque puede ayudar a las personas a cambiar algunos de los pensamientos y asociaciones negativas con los sonidos que suelen desencadenar una respuesta. Un estudio publicado en el Journal of Affective Disorders descubrió que casi el 50% de las personas con misofonía que fueron tratadas con TCC experimentaron una reducción significativa de los síntomas.
Aunque no hay ningún medicamento aprobado para tratar la misofonía, pueden recetarse medicamentos para tratar afecciones concurrentes como la ansiedad o la depresión.
Este enfoque implica el uso de un dispositivo que produce ruidos que desvían la atención, terapia para enseñar a ignorar los ruidos y técnicas de relajación para minimizar la respuesta automática al estrés. Aunque se utiliza tradicionalmente en el tratamiento del tinnitus, la TRT puede ayudar a las personas a aprender a tolerar mejor ciertos ruidos desencadenantes.